¿Por qué tantas comunidades cristianas fracasan, incluso cuando todos creen lo mismo? Porque las ideas no son el pegamento de una comunidad. El amor lo es.
En Juan 21, Jesús se encuentra con Pedro después de que lo traicionó. Y no le dice: “¿Estás arrepentido?” “¿Has aprendido la lección?” “¿Entiendes bien mi enseñanza?” No. Le pregunta tres veces: “¿Me amas?”
Jesús no busca un discurso correcto. Busca un corazón dispuesto. Porque el amor —no las ideas— es lo que te convierte en alguien capaz de cuidar a otros.
Hay gente que puede recitar versículos, debatir doctrina, enseñar con elocuencia… pero no sabe amar. Y sin amor, todo eso es ruido.
Una comunidad no sobrevive por tener a los más inteligentes. Sobrevive cuando hay personas que se aman, se cuidan, y se levantan unos a otros.
Jesús sigue haciendo la misma pregunta hoy: “¿Me amas?” Porque solo desde ahí, desde el amor, se puede construir algo que valga la pena.