“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos.” (Eclesiastés 3:11)
Hay belleza en cada etapa de la vida, aunque a veces no lo veamos de inmediato. Dios no improvisa; Él obra con propósito y en el tiempo exacto. Aunque nuestras expectativas no siempre coinciden con su calendario, podemos confiar en que lo que Él hace es bueno y hermoso.
Además, Dios ha puesto “eternidad” en nuestro corazón. Es por eso que las soluciones temporales no nos llenan. Anhelamos algo más grande, más duradero. Ese anhelo no es una falla: es una invitación a buscar lo eterno, a fijar nuestros ojos en lo que no se desgasta ni se marchita.
Cuando aprendemos a esperar en Dios y a valorar cada proceso, descubrimos que su obra en nosotros no solo es profunda, sino bella. Incluso lo que hoy parece incompleto, en sus manos llegará a ser parte de algo perfecto.
Oración: Señor, gracias porque estás obrando incluso cuando no lo veo. Ayúdame a confiar en tu tiempo y a valorar tu proceso en mi vida. Que mi corazón se llene con tu eternidad. Amén.